"fayenza", origen del vidrio en el Egipto faraónico


Estatua sedente de Sekjmet
realizada en "fayenza"

Ushebti
realizado en fayenza verde turquesa
de Ipethemes, nacido de Hathor-
Entre las numerosas figurillas que han llegado hasta nosotros del Egipto faraónico, hay algunas que parecen realizadas en vidrio. Pero muchas de esas que lo parecen no lo son, porque en realidad estaban fabricadas en una loza finísima, una pasta de cerámica de acabado vítreo conocida como fayenza con la que se fabricaban amuletos y objetos decorativos. Pero sí que es cierto que, a partir de la dinastía XVIII (entre los años 1550 y 1295 a. C.), apareció el vidrio, que en el primer momento probablemente importaban desde Siria. Este vidrio se fabricaba calentando natrón, un compuesto mineral conocido en Egipto como “sal divina”, y cuarzo. A esta mezcla se le añadía un colorante azul procedente del cobre. Tras la fundición, se le daba forma con la ayuda de un molde de arenisca, pues sin él resultaba muy difícil otorgarles la forma hueca necesaria para la fabricación de vasos, jarras o de los elementos que constituyen una vajilla, ya que el vidrio soplado no se conoció hasta la época romana.


Azul fayenza egipcia Horus anillo ocular 
La manera en la que se fundía el vidrio en el Antiguo Egipto, era muy rudimentaria, se utilizaban cacerolas de barro para la fusión. Estos recipientes hacían de fundidor y no debía ser una arcilla cualquiera, sino una capaz de resistir las altas temperatura que se necesitaban para mezclar los elementos necesarios para la fabricación del vidrio. Principalmente utilizaban para crear el vidrio la técnica de núcleo de arena, que consistía en aplicar una capa de vidrio fundido sobre un núcleo formado con arcilla, después, cuando el material se endurecía, se pulía la superficie calentándola y girándola sobre una piedra plana, puede que de granito, rápidamente se retiraba del interior el núcleo de arcilla y finalmente la pieza era decorada con la técnica de envolvimiento. Esta técnica consistía en añadir alrededor de ella finas tiras de vidrio de otro color que eran fusionadas a menor temperatura, y de esta manera conseguían diseños con formas de espirales, y con un punzón le daban formas de zig-zag. De la misma manera se lograban los detalles en las joyas y, amuletos. También se trabajaba la pasta de vidrio con diferentes procedimientos, y se utilizaba tanto como esmalte para rellenar huecos en las piezas de joyería, o, para hacer incrustaciones en muebles de madera. Otra técnica que realizaron con gran maestría y que fueron perfeccionando hasta lograr gran apogeo, fue la del mosaico, mediante la cual se imitaron el granito rosa y otros tipos de piedra.

Detalle de las cuentas de fayenza.

Amuleto de fayenza que muestra a
 Isis, Neftis y Harpócrates.
 
Se han encontrado cuentas de collar y restos de cerámica elaborados con fayenza en tumbas de épocas tan antiguas como el periodo predinástico de Egipto, en las culturas Naqada (3500-3200 a. C.). Esta cerámica se obtenía partiendo de una pasta elaborada con arena o cuarzo granuloso que, previamente, era mezclado con un material aglutinante de tipo alcalino como el natrón, o una planta llamada ash; después, la pasta se calentaba en un horno, donde el componente sódico de dicha mezcla se concentraba en la parte exterior, obteniéndose una pieza con un hermoso acabado vítreo superficial. Los colores más frecuentes: azul celeste, azul verdoso y ocres, se obtenían aplicando pigmentos de cobre, hierro, cobalto o manganeso. Los primeros objetos fueron opacos, en azul oscuro y turquesa. Estos colores se lograban añadiendo azurita para el azul claro y cobalto para el oscuro. Más tarde se empleó el negro, logrado con mineral de magnesio, el amarillo añadiendo antimonio, sulfuro de arsénico y ocre amarillento, el marrón con óxido de hierro, el verde con azul y ocre, el verde claro de la malaquita, el rojo de oxido de hierro, que es rojo, y el oxido de hierro hidratado, que presenta un tono amarillento, pero al ser calentado se transforma en bermellón.

Amuleto de fayenza
en forma de "Ojo de Horus"
Los antiguos egipcios desarrollaron prácticas del sacrificio. En la región de Abydos el arqueólogo E. Amileneau entre 1896 y 1902 excavó varias tumbas de la I dinastía (3100 a. de C.), unas treinta y seis anexas a la tumba del faraón Horus Aha, en donde reposaban los restos de todos sus sirvientes. Los estudios realizados por el francés no dejaron dudas acerca de aquel macabro descubrimiento. Habían sido sacrificados para acompañar a su señor en el más allá. Las estelas que acompañaban a los enterramientos ofrecieron información sobre los restos de los sirvientes, había muchos enanos, muy considerados para el servicio doméstico, mujeres e incluso algunos perros. El sucesor de Horus Aha, el faraón Djer (3050 a. de C.) continuó con la misma tradición. Alrededor de su tumba de Abydos había 338 enterramientos con los cuerpos de otros tantos sirvientes sacrificados. La mayoría de ellos eran mujeres y junto a sus cuerpos se descubrieron estelas con los nombres grabados. Esta práctica, que seguirá hasta finales de la I dinastía (2900 a. de C.), podría enlazar con otra tradición mucho más antigua descubierta por Flinders Petrie en la región de Hieracómpolis. El arqueólogo británico descubrió en un yacimiento del 3500 a. de C. (Naqada II), varias necrópolis de notables y en una de ellas, el llamado “cementerio T”, fue donde dio con pruebas de que en esos sepulcros se habían realizado ritos de canibalismo y desmembración de cuerpos.

Imágenes de ultratumba: los Ushebti

ushebti de fayenza
Estas tradiciones se perpetuaron de alguna forma a través de los “Ushebtis”, que fueron sustituyendo a los sacrificios humanos. Los “Ushebtis” en ocasiones, iban cubiertos con textos religiosos, fórmulas mágicas como instrucciones para uso del difunto de estos siervos en el más allá. La más común, la del pasaje número VI del conocido Libro de los Muertos. En ella podemos leer: ¡Oh, shauabti a mí designado! Si soy llamado o soy destinado a hacer cualquier trabajo que ha de ser hecho en el reino de los muertos, si ciertamente además se te ponen obstáculos como a un hombre en sus obligaciones, debes destacarte a ti mismo por mí en cada ocasión de arar los campos, de irrigar las orillas, o de transportar arena del este al oeste: “Aquí estoy”, habrás de decir. Esta fórmula mágica deriva a su vez del pasaje 472 de los Textos de los Sarcófagos, un poco anteriores en el tiempo a la aparición del Libro de los Muertos en el Imperio Nuevo. Además de estos textos funerarios, los “Ushebtis” también solían llevar el nombre del difunto vinculado casi siempre con el dios Osiris. De esta forma, en muchos de ellos podemos leer la inscripción estandarizada “Sejd Wsir N”: “que brille (o resplandezca) el Osiris N (el nombre del difunto)”. a lo que solía seguir bien el pasaje número seis del Libro de los Muertos descrito arriba o la filiación del difunto aportando los nombres del padre o de la madre.

Esfinge de fayenza y grabada en oro
con el nombre del rey Djeserkheperure Horemheb-meryamón

Escarabajo con alas en fayenza
período del Antiguo Egipto 
664-332 Bc
Al igual que sucedía con los escarabajos, los “Ushebtis” se fabricaron en gran cantidad en el Imperio Medio (2033-1710 a. de C.). Estas pequeñas estatuillas que se depositaban en la tumba del difunto. La mayoría, se realizaron en fayenza (un material cerámico de acabado exterior vítreo), madera o piedra; los ejemplares más valiosos son los tallados en lapislázuli. Los “Ushebtis” eran generalmente figuras momiformes, a imagen del difunto portando una azada y a veces un saco a la espalda. Su función era trabajar en lugar del difunto. En 1920, el norteamericano Herbert Winlock encontró en la tumba de Meketre, en una pequeña cámara las figuras de todos sus servidores y varias maquetas. Son millares de pequeñas estatuillas de barro y madera, con maquetas de madera reproduciendo aspectos de la vida cotidiana en Egipto. Fueron recuperadas 24 recreaciones completas, compuestas por barcos, casas, animales y personas, Se encuentran en museos de Nueva York y El Cairo. En la tumba de cualquier personalidad no podían faltar los “Ushebtis”. Se solían colocar en diferentes lugares de la tumba. Dentro del ataúd, a un lado o en una caja especialmente hecha para ellos (sobre todo en el Imperio Nuevo).

Hipopótamo de Fayenza (1981-1885 A.C.)

Usheptis de Fayenza
Ha llegado a nuestros días gran cantidad de esta estatuaria funeraria. Dentro de cada período de la historia de Egipto podemos encontrar “Ushebtis”. Uno de los detalles más característicos son las vestiduras, que permiten a los investigadores facilitar la cronología de estas piezas, cuando la inscripción jeroglífica que los acompaña no resulta útil en este sentido. Normalmente las figuras funerarias presentan el aspecto de una momia, la del dios Osiris identificada en cada caso con el difunto. No obstante, a partir del Imperio Nuevo y en especial tras el reinado de Amenofis III, es más común que estas estatuillas luzcan vestidos de la vida cotidiana. Así, los trajes plisados con el faldellín trapezoidal en el frente son muy comunes en “Ushebtis” de finales de la XVIII y comienzos de la XIX dinastía.

Dos amuletos de Anubis
y uno de Tueris (a la derecha)
realizados en" fayenza "
Época Baja
 Exposición Egipto Mágico
Esta costumbre irá desapareciendo en la Época Baja cuando las figuras funerarias vuelven a tener el aspecto momiforme de siempre. Para la elaboración de estas piezas se utilizaron casi todos los materiales conocidos en la época. De la madera, conocemos servidores funerarios de tamarindo, acacia, sicómoro o ébano. De la piedra: piedras duras como el granito, la grauvaca, dioritas u otras más fáciles de trabajar como la calcita o la caliza. El empleo de la piedra desaparece en la dinastía XXV dando paso de forma espectacular a la fayenza. La ventaja de este material cerámico es su amplísima variedad de color. Esencialmente la fayenza es una pasta de arena, agua y sales de cobre que una vez horneada, adquiere un color entre azul y verde dependiendo de la cantidad de cobre que se haya empleado en la mezcla. Es muy conocido el llamado “azul egipcio”, un color característico en los “Ushebtis” del Tercer Período Intermedio.


anillo de fayenza  
con
 el nombre, en caracteres jeros, del faraón Tutankhamon 


Amuleto en forma de símbolo Ankh
en fayenza azul.
Los “trabajadores faraónicos para la eternidad” portaban diferentes herramientas, para desarrollar los trabajos agrícolas en el más allá en lugar de su señor. Al contrario los “Ushebits” reales en los que la figura solamente lleva en cada mano los cetros de poder. Algunas figuras no reales portaban en las manos símbolos mágicos como el pilar “djed de Osiris” o el nudo “tyet” de la diosa Isis, elementos protectores de extraña interpretación, muy comunes en la tipología de amuletos en todos los períodos de la historia de Egipto. Algunos con una pequeña bolsa para las semillas, grabada sobre la espalda de la estatuilla funeraria. La evolución de las tipologías generó la aparición en el Tercer Período Intermedio de la figura del contramaestre, el jefe de un grupo de “Ushebtis”, que controlaban el trabajo de diez de sus compañeros, llevaban en su mano un látigo como símbolo de jerarquía. También se encuentran ejércitos de “Ushebtis”, procedentes de dos tumbas de Baja Época, como las de Neferibreemheb y Horemakhbit. Los “esclavos” eran agrupados en cofradías lideradas por contramaestres que bajo el título de “Grande de Diez” estaban encargados de liderar a un grupo, precisamente, de diez “Ushebtis”. El inglés Howard Carter descubrió la tumba de Tutankhamón en 1922 en el Valle de los Reyes de Tebas, se encontró con un ejército de 471 estatuillas funerarias de este tipo. Estaban en el interior de varias cajas en diferentes salas. Pero los casos más espectaculares son los de faraones kushitas de la dinastía XXV, como Sheskemanesken quien depositó en su pirámide nubia 1.277 de unos “Ushebtis” de gran tamaño hechos en piedra de más de 20 centímetros de altura. Los últimos ejemplos de ushebtis los encontramos en el siglo I de nuestra era, momento en el que, debido al cambio generalizado de las ideas funerarias en el país, su utilización ya no tenía sentido. Seguro que el precedente de los "Ushebtis" son sin duda los primitivos sacrificios rituales y que mejor que la "fayenza" en la que el fuego es ingrediente fundamental fuera la técnica con la que crear estas estatuillas.



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