Ruta de las Caras "los moáis de la Alcarria" AC30



  ... los moáis de la Alcarria 

 Cuando en 1992 Jorge J. Maldonado y Eulogio Reguillo emprendían este proyecto artístico y empezaban a esculpir y a dar forma a estas rocas calizas, emprendían un viaje de misterio en sus creaciones. Año tras año, se les ha visto trabajar los fines de semana en este paraje conocido como “la Península”, a orillas del Embalse de Buendía.




Hoy podremos disfrutar, gracias a estos escultores, de una ruta ideal para hacerla con la familia, ya que los más pequeños se divertirán buscando las esculturas que se esconden por el bosque y los mayores explicándoles a éstos los nombres, curiosidades y misterios que encierran estos rostros petrificados. No estamos en Rapa Nui, la isla habitada más remota del mundo -la misteriosa Isla de Pascua en Chile- que con infinidad de esculturas repartidas por todo su territorio esconde enigmas que nos dejaron culturas pasadas. Tampoco nos encontramos ante las maravillosas esculturas de Miguel Ángel que en la Roma imperial tallaba el mármol de Carrara diciendo: “Yo no he hecho nada, sólo he quitado la piedra que sobraba”.


Nos encontramos en La Alcarria conquense, en la población de Buendía, al norte de la provincia de Cuenca y lindado casi con la provincia de Guadalajara, en Castilla la Mancha (España). A orillas del Embalse de Buendía, en cuya cercanía se encuentran también el Embalse de Entrepeñas, así como el Embalse de Bolarque formando el conocido Mar de Castilla. Desde esta población parte la ruta que hoy nos proponemos recorrer, fácil de seguir, ideal para hacer en familia y que no nos defraudará: La Ruta de las Caras.


Después de disfrutar de la visita por Buendía (recomendable e imprescindible), nos ponemos en marcha hacia la Ruta de las Caras. Desde la plazoleta donde se encuentra la Puerta Nueva, junto al frontón y el consultorio médico, parte el itinerario que en unos cuatro kilómetros nos llevará muy bien guiados por indicadores hasta el lugar. Tomamos pues, el "camino de la Cespera" y transi-tamos por zonas de cultivo hasta un desvío a nuestra izquierda, dejando el camino que nos lleva a la zona de acampada; pasamos junto a los depósitos de agua, para desviarnos de nuevo a nuestra diestra: frente a nosotros divisamos la presa del embalse y llegamos a una pequeña explanada. Ya en el pinar, aconsejo continuar un poco más hasta una nueva explanada mas grande; de esta manera tomaremos la ruta desde el principio, para ver todas las caras siguiendo un orden.


   
Un panel nos marca el inicio de ruta y nos interna en el pinar, donde encontramos marcas amarillas y blancas de sendero de pequeño recorrido pintadas en los pinos. Para llegar hasta aquí, hemos andado una hora, (4 Km.) pero también para los que no quieran andar mucho, se puede llegar en vehículo, a pie de obra.

Enormes rostros de divinidades esculpidos en la roca se miran en el espejo de las aguas represadas del Guadiela, a cuatro kilómetros al norte de esta villa conquense de Buendía. No son la obra de hombres prehistóricos. Ni de ningún artista contratado por el Ayuntamiento. Son el capricho de estos aficionados a la escultura y el esoterismo Jorge J. Maldonado y Eulogio Reguillo. En 1992, estos dos amigos se pusieron a labrar, sin una idea preconcebida, una peña a orillas del embalse de Buendía. Dada la fecha, les podría haber salido un Cobi o un Curro, pero según herían la roca caliza con cinceles, punteros y rascadores, se les fue apareciendo una faz mofletuda ceñida por una toca. Era una monja. Era La monja. Aquella inesperada sor marcó la tendencia religiosa de las obras que esculpirían en años sucesivos: vírgenes, cruces templarias, divinidades hindúes, chamanes… En total, 18 relieves de hasta tres metros y medio de altura, todos ellos concentrados, como de ejercicios espirituales, en el mismo paraje, a cuatro kilómetros al norte de la villa de Buendía, un pequeño lugar de la Alcarria conquense al que le llueven las obras colosales: la iglesia gótica de mil metros cuadrados, las murallas medievales y la presa que a mitad del siglo XX transformó el río Guadiela en un océano de 1.600 millones de metros cúbicos y 50 kilómetros de costas: el mar de Castilla, le dicen.





Al comenzar la ruta, adentrándonos en el pinar, descendemos en busca de la primera escultura que no tardamos en divisar. La Moneda de la Vida, de dos metros de diámetro: “escultura alegórica de contorno circular, simboliza el universo, los huesos, la estructura física o soporte y el círculo concéntrico, el claustro donde se gesta la vida”. Sin perder el sendero continuamos y más adelante nos aparece una Cruz Templaria; junto a ésta, la escultura de Krishna, de 4 metros de alto por tres de ancho. Este personaje es una de las deidades más importantes y veneradas de la India. Fue un héroe de la India primitiva, séptimo hijo de Vasudeva y Devaki. Sin duda, una bonita escultura. Nuestro sendero hasta ahora descendente, se torna en ligera subida y nos lleva hasta dos nuevos rostros. El primero en construcción (que intuimos también sus raíces hindúes) y el segundo nos muestra a Arjuna, amigo y seguidor de Krishna, maestro espiritual indio y gran arquero.





Paseando por la ruta se descubren rostros de lo más variopinto. Además del risueño Krishna (no iba a llorar, teniendo 18.000 concubinas)  está el adusto Chemari, un tremendo barbudo que, por imperativo de la roca donde fue cincelado, yace bocarriba, bronceándose o muerto. Encontrarás también un Maitreya y un Arjuna, un Beethoven y un Paleto, un Extraterrestre y una Dama del Pantano. Arriba, en los cortados, se halla el Chamán, el semblante mayor y de más laboriosa factura (cuatro años), y abajo, en la orilla, un cráneo de un metro y medio titulado "De muerte", que paradójicamente es el único que mira a naciente. Sus creadores los incluyen en la categoría de "land art". Mucho art, la verdad, no tienen, pero son pura land, tierra hecha cara, roca que acecha con cien ojos al caminante en las sombras del pinar, cual pirámide maya devorada por la selva, o contempla con hipnotizadora fijeza de moái las aguas del embalse, que son de un azul fantástico, como el cian de las artes gráficas, perfecto para colorear este cuadro esotérico, y un poco kitsch, de la Alcarria.


Nuestra andadura por esta ruta nos sigue mostrando rostos, descubriendo a "la Espiral del Brujo", de dos metros de diámetro, según sus autores: “cuyo movimiento rompe el tiempo y el espacio para conducirlo a lo infinito”. En la misma piedra, y aprovechando su traza, aparece el rostro de tres metros y medio de envergadura de "Chemary", personaje de fábula recostado sobre la fría piedra como salido de un gran libro de cuentos. Solitaria se encuentra "La Monja" en una pradera, de semblante místico y llamada así por el contorno del rostro, que se asemeja a los hábitos de una sor.




Seguimos descendiendo hacía el borde del embalse por el pinar y nos sale a nuestro paso "el Chamán" , hombre que hace predicciones e invoca a los espíritus para ejercer prácticas curativas utilizando poderes ocultos: el brujo, el guardián del bosque. “Su faz se comporta como un espejo, reflejando el estado de ánimo de quien lo observa”, según nos cuentan quienes le han dado forma. Esta escultura destaca de todas por su envergadura. Su talla fue muy laboriosa debido a las numerosas grietas que presentaba la roca y su dureza.


Continuamos por el bosque ante la atenta mirada del vigilante antes mencionado y nos encontramos al "Beethoven de Buendía", talla que aprovecha las grietas de la roca para dejar ondear sus cabellos al viento del pantano. “Está situado en un lugar estratégico para escuchar los sonidos de la naturaleza que le rodea”. En esta zona del bosque se reparten peque-ñas caras, duendecillos del bosque que resurgen entre las rocas: "el duende negro", "el paleto", "el extraterrestre", "las caras de Cristina", "el duende de la grieta", "los extraños", "el duende indio"... Un buen número de pequeñas esculturas que vigilan nuestro paso por este bosque encantado.





Descendemos y descendemos, poco a poco... y frente a nosotros, a lo lejos, como flotando en el pantano, la calavera “de muerte”, la única escultura tallada en todo su contorno y dimensión, también la única que mira hacia las otras caras, hacia donde nace el sol, dando la espalda al agua, a la fuente de vida. “Algo tiene que morir para que nazca lo nuevo” dicen sus autores... La ley de la vida. Ascendemos hasta su base para disfrutar más cerca de esta impresionante escultura que se encuentra a orillas del pantano. Es impresionante su silueta, infunde respeto y un pequeño pavor nos recorre el cuerpo al pensar en el fin de la vida. “Nada se crea en vano, y si meditamos en ello, sacaremos la conclusión de que los rostros que vemos son obras para descubrirnos a nosotros mismos en cada rincón del camino”.

Desde esta atalaya “de Muerte” y frente a nosotros mirando hacia el pantano, nos encontramos otra manera de perder la vida, la Sierra de Enmedio, arrasada años atrás por un trágico incendio, donde se perdieron 50.000 hectáreas de bosque. En esta sierra, la Ermita de Nuestra Señora de los Desamparados (Siglos XVI-XVII) se encuentra a orillas del río Guadiela, a los pies del Embalse de Bolarque y la presa de Buendía. El lugar donde se asienta era conocido como el Molino de Bolarque, de origen musulmán. El segundo sábado del mes de mayo la imagen (patrona de la población de Buendía) se traslada en procesión hasta la parroquia de la Asunción, para en septiembre devolverla de nuevo a la ermita.



“Los atardeceres rosados en la Ruta de las Caras forman insólitos paisajes que invitan a soñar. Cerca de las aguas, en el horizonte, los sueños se transforman en piedra. Como solicitadas por el inmenso espejo, brotaron las esculturas en las peñas y atalayas, renacieron caras fantásticas emulando sueños del pasado”. Continuando en busca de nuevas caras, dejando la Muerte atrás y por debajo de ésta, se encuentra un nuevo rostro: La Dama del Pantano “con aspecto sereno y su eterno presente. El ocaso del lugar torna en dorado el contorno de este rostro, el cual, en los momentos de máxima altura del embalse, llega a tener el agua a sus pies”. Ahora el recorrido nos acerca mucho más al pantano, andando cerca de la orilla y buscando nuevas esculturas en nuestro interesante recorrido. Si tenemos suerte y nos encontramos en los meses apropiados, podremos avistar concentraciones de aves acuáticas a orillas del pantano. Garzas, fochas y un gran número de aves migratorias se dan cita en diversos meses del año en estas aguas.


Después de un corto recorrido, el sendero nos detiene en una nueva pared: "La Peña de las Vírgenes". Aquí encontra-mos tres nuevas esculturas. Una "nueva Cruz Templaria" como signo de protección hacia las otras dos: Junto a la cruz, "la Virgen de la Flor de Lis" es una pieza inacabada que está inspirada en el cuadro pintado que se venera en Nuestra Señora de la Almudena, una de las imágenes más antiguas de Madrid. Más adelante una nueva imagen, "la Virgen de las Caras", inspirada en Nuestra Señora de los Desamparados. “Tallados en el manto están el sol, representando el aspecto masculino y la luna, la parte femenina, consiguiendo así un equilibrio. En el centro, la cruz de Malta tallada en un cuadrado, simbolizando la cuadratura templaria”.




Para la vuelta podemos subir hasta el camino y bajar andando tranquilamente hacia el aparcamiento de la entrada de esta ruta en un recodo del pinar, o tenemos que desandar lo andado y volver a pasar por todo el recorrido de las caras. Si por el contrario has llegado andando desde la villa de Buendía, puedes continuar paseando a orillas del pantano y ascender luego a buscar el camino que te situará cerca de los depósitos de agua, para poner rumbo a la población por los caminos que entre cultivos te vieron pasar al inicio de la ruta.





Cómo llegar. Buendía dista 70 kilómetros de Guadalajara y 100 de Cuenca. Desde ambas capitales se va por la N-320 hasta Sacedón y luego por la CM-2000. Al paraje donde se encuentran las caras se puede acceder en coche siguiendo el camino asfaltado que lleva hacia la zona de acampada La Cespera y desviándose luego (a 400 metros del pueblo) a la izquierda por una pista de tierra. Otra opción es acercarse dando un paseo de tres horas de duración (10 kilómetros, ida y vuelta por el mismo camino), tal como se describe en la ruta 414 de www.excursionesysenderismo.com. Comer y dormir. La Casa de las Médicas (Buendía; 969 373 145): en el casco viejo de la villa medieval, habitaciones decoradas con trampantojos y suites con jacuzzi y chimenea; además, asados en horno de leña y buenos pescados, servidos en una antigua bodega. Mariblanca (Sacedón; 949 350 044): hotel sencillo y económico, de dos estrellas, con restaurante de cocina casera, cuya especialidad es el cabrito al horno.





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